Ulrich Rückriem: Siglo XX, XXI

En medio de la nada. Alicia Chillida

La exposición en el Palacio de Cristal de Madrid marca tanto el principio de la relación de Ulrich Rückriem con España como el punto de partida del proyecto en el Prepirineo Aragonés. En ambos casos, las piedras verticales o estelas han sido el tema central de su trabajo. Todo comenzó tras una conversación con Rückriem donde compartí su fantasía de crear una obra a gran escala, en los límites de un paisaje. Ese día surgió un boceto con el primer plano en planta de cruz; el núcleo de piedra permanece en la obra de Huesca, en relación a un bosque existente.

La idea de trabajar fuera de los límites de un espacio expositivo, en una obra inscrita en la escala de paisaje, sobre el mayor territorio posible, suponía un desafío necesario. La simbología en torno al Camino de Santiago, asociada a la idea de viaje iniciático por el Norte de España, constituyó el referente inicial del proyecto. Huesca ofreció la gran extensión de su territorio y los fuertes contrastes de su paisaje que, unidos al bajo índice demográfico de la provincia, nos brindaron una gran libertad a la hora de elegir un enclave.

Las montañas de los Pirineos configuran la frontera entre Francia y España. El concepto de entre atrajo desde un principio a Rückriem, su obra se mueve en este territorio: el de la fragmentación convertida en principio generador de la escultura, la resistencia de su trabajo a ser reducido a una categoría concreta, la situación de su obra a mitad de camino entre la escultura y la arquitectura, entre lo refinado y lo primitivo, entre la geometría y el azar.

En julio 1994, comenzamos un recorrido de oeste a este por los valles activos que sufren la erosión de los Pirineos. A una altitud que oscila entre los 700 y 1.500 m. se encuentra el valle del Serrablo. En sus orígenes eran tierras de marca, de frontera, intermedias entre Aragón y Sobrarbe, entre moros y cristianos, y aún constituyen un supuesto sorprendente de identidad gracias a un grupo de pequeñas iglesias mozárabes del siglo XI que pueblan este lugar agreste y pedregoso. Entre ellas San Juan de Busa, de la que no se encuentra el más mínimo rastro documental, es el único ejemplar serrablés aislado respecto a una población y permanece en su estado original. Una planta rectangular de doce metros por seis, construida con sillares de piedra, en cuyo interior nos encontramos un extraño juego de dobles columnas adosadas al muro y sustentadas por un gran zócalo que recorre el perímetro de la nave.

Sin embargo, Rückriem quería utilizar las montañas como fondo y referente, necesitaba huir de su cercanía. Por ello bajamos a una altitud de 600 m. hacia el sureste, a las estribaciones de la Sierra de Guara, donde encontramos pueblos escondidos entre los pliegues del paisaje, valles suaves que tienden hacia la horizontal, laderas cultivadas en bancales, encinas dispersas. La vegetación emula al bosque mediterráneo: cereales, almendro, vid y olivos. Subiendo un pequeño puerto, en el km. 8 de la carretera que une Abiego con Peraltilla, nace una Cañada Real, un camino de paso para el ganado que forma parte de la red que recorre la Península Ibérica de norte a sur. A su lado crece un extenso bosque de almendros perfectamente alineados. Tras él, formando un belvedere, aparece un plano en suave pendiente desde el que se divisa una gran extensión del territorio. Este fue el lugar escogido por Rückriem para situar su obra.

Durante un largo viaje recorrimos algunas canteras de Extremadura, Portugal y Galicia en busca de un granito que ofreciera las cualidades necesarias. El rosa de Porriño, de color gris cálido y grano medio, fue la piedra elegida. Sólo una cantera ofrecía la extracción en grandes bloques y podía ejecutar las leyes de corte dictadas por el artista, aplicando el método tradicional de corte con cuña de hierro y martillo. La piedra es el material con el que Rückriem centra su diálogo y a través del dibujo elabora un amplio ejercicio conceptual sobre la estructura, proporción, ruptura, división y tratamiento de las superficies; la cantera es al mismo tiempo su estímulo y su estudio ambulante por el mundo.

El campo de estelas aparece frente al bosque: son 20 columnas de 3,50 x 1 x 1 m. dispuestas en una cuadrícula de 20 mts. de lado y ordenadas por una ley combinatoria de infinitas posibilidades que impide el cruce de sus ejes. La composición responde a un orden geométrico estricto. Cada estela está cortada horizontalmente en tres partes y colocada de nuevo en su posición original, las finas líneas que la separan son las huellas de un proceso que se lee con claridad en la superficie. El artista describe así el proceso:

Veinte bloques de granito extraídos en la cantera, cortados con cuña a una medida precisa: 3,50 x 1 x 1 m. Divididos en tres partes y colocados de nuevo en su posición original, hundidos en la tierra hasta su primera fisura horizontal.

Más tarde y a modo de signo que desde la ciudad conectara con el grupo de estelas en el campo, Rückriem decidió colocar una única estela en el parque Miguel Servet, dentro de la ciudad de Huesca, hoy trasladada al CDAN. Centro de Arte y Naturaleza. Trabajada con el mismo procedimiento y tamaño que el conjunto de Abiego, varía en la complejidad de su dibujo interno, en referencia a la arquitectura que la rodea. La obra exige desplazarse, realizar un recorrido para comprenderla en su totalidad.

En el grupo de Abiego, a medida que nos acercamos, el volumen respecto a nosotros y a la relación entre ellas varía, las columnas se abren, se alejan más unas de otras; cuando entramos, el espacio se ha transformado en un interior, es acogedor. A medida que nos alejamos el grupo de estelas se va cerrando, hasta el punto de que desde el campo oriental podemos ver cómo se convierten en un muro continuo, una única pieza en trato con el paisaje, un zócalo que soporta el horizonte.

(Extracto del catálogo, ed. Ostfildern-Ruit: Cantz, 1999).