Housseinou Gasama

La dignidad que echamos de menos. Joaquín Fernández Cacho

Faltaban minutos para las ocho de la mañana. Caminaba algo distraído hacia mi trabajo, cuando tras los cristales de un cajero de una entidad bancaria veo a un joven negro arrodillado en el suelo. Tenía recogidas sus escasas pertenencias. Con su mano limpiaba el suelo de las migajas de un frugal desayuno y de la suciedad de su refugio nocturno. Con la mano hueca barría el suelo despacio, con cuidado y esmero. Así había visto yo de niño que muchos hombres y mujeres, ennegrecidos por el sol, recogían hasta los últimos granos de la parva, después de una dura jornada de trilla. En el ges- to de ese joven, probablemente un inmigrante sin papeles, (me niego a calificarlo de ilegal), había y hay más dignidad que en todos los directivos y consejeros de todas las cajas, bancos y empresas -públicas y privadas- limpiadas a manos llenas hasta la ruina y bancarrota por ignorancia, por falta de profesionalidad o por avaricia. Lo descrito no es un relato de ficción.

Ocurrió así en Zaragoza este 31 de octubre. Yo lo vi.

(Cartas al Director. Diario El País, 4 noviembre 2014)

 

Nota del editor. Tono Areán

Querido lector, casi desde el comienzo de este experimento lleno de sorpresas en el que se ha convertido Dosparedesy1puente, Alicia Chillida me habló de la pertinencia, casi necesidad me decía entusiasmada, de dar a conocer la obra de un artista “sin techo” vecino del barrio del Born barcelonés de nombre Housseinou Gasama. Alicia había atesorado un número considerable de obra del artista y proponía enseñarla en estas paredes.

Todos los trabajos que se han expuesto aquí llevan aparejado un libro. Diría que el libro es la sustancia, lo que va a permanecer, y lo expuesto es la circunstancia, lo efímero. Pero uno y otro son interdependientes y de lectura complementaria.

No quería que este libro se convirtiera en el mero catálogo de las piezas expuestas en el espacio, algo ilustrativo que sirviera para recordar lo que fue la exposición. Sus páginas parecían, sin embargo, un buen soporte para contar, en la débil medida de lo posible, cómo era visto el artista. Tratar de explicar quién fabricaba esas tablitas llenas de arquitectura y color y en qué condiciones realizaba su trabajo.

Alicia conocía a otros “coleccionistas” de la obra de Housseinou por lo que nos pusimos en contacto con ellos para intentar recabar la información que nos pudiera dar una idea del artista y su obra. Al ser escrita, esta información daría al libro un sustrato “literario”, que considerábamos adecuado: la pista del artista se ha perdido y todo lo escrito rezuma admiración, cariño y algo de nostalgia.

El libro se inicia con un texto de Alicia que reflexiona, a través de Housseinou Gasama y su obra, sobre modos de habitar, la precariedad en el mundo actual y las injusticias que genera. Da cuenta de la obra del artista, de su situación y ámbito temporal, y enmarca los motivos e intenciones del proyecto.

A continuación, se encuentra el modelo de carta que se envió a los coleccionistas en el otoño de 2016, junto con sus respuestas. Esto forma el “grueso” testimonial del libro, que termina con un catálogo (las fotos son de Ferran Freixa) de lo que se expone en el espacio (la colección de Alicia Chillida con un regalo de Daniela Tilkin) y algunas instantáneas furtivas, que desvelan al artista y su lugar de producción. Para cerrar, de nuevo la palabra escrita: un breve epílogo de quien ha sido el motor de lo que aquí se muestra.

Buena lectura, salud y suerte.

 

L’artista del barri. Alicia Chillida

Si cada época es capaz de generar un modo de habitar, una arquitectura que responda a la necesidad social del momento, esta obra sería hoy un paradigma de la precariedad que nos invade. Housseinou dibuja, sobre todo, aquello de lo que carece y parece que desea invocar: el ámbito doméstico esencial desglosado en una gramática obsesiva. Reproduce casas, camas, mesas, sillas, balcones o puertas… en infinitas variantes, con un sentido de la geometría muy personal de la que resulta una perspectiva alterada. El deseo de habitar y vivir dignamente es el grito que profieren estas figuras paradójicas, imposibles, que siguen ciclos y metamorfosis hacia una repetición del motivo hasta el infinito.

Housseinou Gassama no duda al decir que su madre es de Senegal. Hoy su casa es la calle y su trabajo extraordinario. Vive en Barcelona desde hace al menos tres años -el período de las obras que reproduce esta exposición-. Utiliza como base una fina tabla de madera -restos de las cajas de vino suministradas por una tienda del barrio de Santa María del Mar- y los utensilios más básicos: regla, cartabón y lápiz de color, a menudo añade al final una chapa de latón grabada con el número 4, además de su firma con caracteres árabes en la parte posterior. El punto de fuga de sus perspectivas axonométricas, parece proyectarse en la realidad física de su vida cotidiana. Así, el retranqueo del portón de un solar vacío, ese “infraleve” urbano en la calle Caputxes, le sirve de “vivienda” y “estudio”.

Con la ayuda de una gran maleta / almacén varía ocasionalmente de asentamiento, ya sea a Via Laietana, en busca de mayor demanda, o a una de las calle paralelas, donde obtiene más intimidad, es ahí donde se refugia durante el verano, para evitar el calor excesivo. Adaptado a la idiosincrasia de la ciudad, la feina es para él una cosa muy seria. Invariablemente sea cuál sea la estación del año o su cambiante humor, le vemos sentado en cuclillas, a menudo escuchando música con cascos, y siempre rodeado de sus imágenes. Algunos paseantes le observan en su labor cotidiana, ésa que él lleva a cabo con gran concentración, interrumpida por la venta ocasional de alguna pieza.

¡No hay crédito! esgrime radical, cuando, incluso, un cliente habitual intenta comprar alguna obra y no tiene metálico. Housseinou vive para trabajar y subsistir con lo que obtiene a cambio de sus ventas. En una ocasión le ofrecieron exponer su trabajo en una galería de la ciudad, pero él tiene sus propias leyes, no mostró el más mínimo interés, ya que no ambiciona nada mas allá del intercambio que establece con sus clientes.

Los ciudadanos somos testigos de la situación de un gran número de inmigrantes africanos que, como Housseinou, llegan desde hace más de veinte años de manera ininterrumpida a las costas españolas; y asistimos, tanto a las muestras de incapacidad con que los órganos de los gobiernos y sus cuerpos de seguridad gestionan dichas historias y a sus protagonistas, como a algunos gestos de solidaridad de la sociedad civil.

Desde hace casi cinco años, nadie en Barcelona ha vuelto a ver a Housseinou. Habi, su amiga del restaurante vecino, nos dice que se fue a vivir a Almería, con un tío suyo. En los últimos tiempos, el artista había intervenido su exiguo espacio de habitación con pintura rosa y amarilla; pegadas sobre la pared aparecían una choza con un pájaro y también postales de paisajes, ciudades, coches de lujo, motos… y llaves, muchas llaves. Housseinou había proyectado su deseo sobre aquellas paredes y de pronto, su hábitat se había teñido de un confort tan imaginario como necesario.

 

(Extractos del catálogo, ed. Dosparedesy1puente Ediciones, Madrid, 2017).