Free-lance curator/director based in Madrid, Spain, working either in public and private spaces since 1987
Annette Messager: La procesión va por dentro
- Comisaria: Alicia Chillida
- Coordinación: Elena Fernández Manrique
- Montaje: Patricia Reznak, arquitecta
- Representación de danza: Emmanuelle Huynh-Than-Loan
- Colaboración: Instituto Francés de Madrid, Embajada de Francia
- Lugar: Palacio de Velázquez, MNCARS, Madrid, 1999
- Fotografía: Joaquín Cortés, cortesía MNCARS




La procesión va por dentro. Alicia Chillida
Esta es la primera muestra retrospectiva en España de la obra de Annette Messager, y se articula a través de un conjunto de 50 obras que componen una serie de habitaciones temáticas que ilustran la posición de Messager como artista y sus obsesiones; entre ellas la identidad, el sexo, la infancia, la locura, la vida, la muerte, la religión, la magia o el fetichismo.
Annette Messager nace en Berck (Francia) en 1943 y desde muy temprano se despierta en ella una inclinación artística. A principios de los años 60 se traslada a París y gana un concurso de fotografía organizado por la casa Kodak cuyo premio consiste en un viaje alrededor del mundo. Messager queda profundamente impresionada por la gran variedad de imágenes y culturas de los países que visita, especialmente por la cultura y miniaturas indias y por la combinación de imágenes y texto en estas últimas. Esta combinación está presente en gran parte de sus trabajos: en Mi colección de proverbios, 1974, el texto bordado sobre tela tiene un aspecto íntimo y muy femenino, y a la vez subversivo; en otros trabajos el texto cobra un aspecto monumental como en Protección, 1998, donde son los cuerpos desmembrados de los peluches los que conforman la palabra protección sobre la pared.
Heredera del mayo del ’68 francés, pertenece a una generación de artistas que se cuestionan y replantean la manera de producir arte y el papel tradicional de los géneros artísticos bajo el lema “el arte está en las calles, no en los museos”. Messager se interesa por objetivos y valores considerados “menores”, de los que se nutre y apropia: objetos cotidianos, tradicionalmente asociados a un entorno femenino como la lana, cuerda, peluches y papel, combinados con otros recuerdos tales como los animales disecados y la fotografía.
En esa misma época, el movimiento feminista comienza a tomar una posición importante. Sin embargo, la autora piensa que adoptar una parte activa en ello supondría negar su femineidad, algo que ella no estaba dispuesta a aceptar, ya que siente que ser mujer y ser artista son hechos que están indisolublemente unidos. Gran parte de sus trabajos giran en torno al tema de la identidad y de lo que significa el hecho de ser mujer dentro de la sociedad, de las obsesiones de las mujeres con sus cuerpos y su apariencia física: Mis clichés testigo, Los hombres que amo, Los hombres que no amo, Las mujeres-hombre y Los hombres-mujeres, todas ellas de 1972.
La taxidermia (El descanso de los pensionistas, 1971-72, Las máscaras, 1992) y la fotografía son para la artista la misma cosa: la taxidermia “congela” el animal, y lo mantiene “vivo”, la fotografía también “congela” una imagen. Además, ambas representan imágenes objetos que se perciben a la vez como ilusorios y reales. Este componente ambiguo entre realidad y falsificación está presente en toda su obra, “todo mi trabajo gira en torno a la imitación, o a lo falso”.
En obras como la gran instalación Dependencia-Independencia, 1995-96, es el propio espectador el que, al penetrar en ella, genera el contacto entre los distintos elementos que la componen: fotografías, hilos de lana, lápices de colores, palabras en tela. En Juegos de duelo, 1994, la interacción del espectador con la obra y su puesta en escena es muy cinematográfica y teatral. Messager utiliza redes “como telones fúnebres de un teatro perverso”, donde pone en práctica sus investigaciones sobre la ambigüedad, la mezcla de género y la confrontación de los contrarios: masculino y femenino, interior y exterior, locura y cordura…
El trabajo de Messager ofrece un fuerte componente de exhibicionismo y voyeurismo, el espectador se ve enfrentado directamente con los juegos inocentes y a la vez perversos, que le hacen reflexionar sobre sus propias contradicciones y plantearse cómo las representaciones colectivas y las construcciones sociales pueden ser alteradas en su trascendencia, por medio de una interpretación individual.