Free-lance curator/director based in Madrid, Spain, working either in public and private spaces since 1987
Alicia Chillida/Miguel Ángel Mendo: Mirar es ver. Ikebanas, Haikus
- Ikebanas y fotografía: Alicia Chillida
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Haikus: Miguel Ángel Mendo
Exposición: Benigno Soto, 3 - Presentación: Teatro Tribueñe, lectura dramatizada: Lucinda Usaola, Fernando Sotuela, Irina Kouberskaya, M.A.Mendo, David García. Colabora: Tribu de poetas, Ana Jiménez Pazpatti.





En el zaguán. Alicia Chillida
Cuando dos seres humanos
se entienden plenamente
en lo íntimo del corazón,
sus palabras son dulces y fuertes
como aroma de orquídeas.
Richard Wilhelm
Ikebana (flor viviente) es el arte floral practicado en Japón desde el 800 a/c. También es denominado kado (camino de las flores). El término do significa hacer algo de por vida, e indica un aprendizaje que no tiene fin. Como otras artes en Japón, kado conjuga las variaciones subjetivas del vacío Ma (espacio, silencio, duración).
Podemos encontrar noticias sobre el Ikebana desde el siglo XV, y es a partir del s. XVII cuando este arte llega a su plenitud gracias a Ikenobo Senko, cuya familia desarrolla su trabajo, desde 1545, en Sento-Gosho, residencia del Emperador de Japón, en Kyoto.
Arreglar flores, tal y como se expresa en japonés, es hacer vivir a las flores o restaurar la vida de las flores. No significa simplemente arreglar flores en un estilo elegante 2 , sino devolver a las flores su vitalidad.
Compuesto de flores frescas, el ikebana se sitúa en el tokonoma –lugar privilegiado de la habitación principal de la casa–, junto al arte: una caligrafía, una pintura o algún otro objeto valioso.
Si en Japón las obras de arte salen a la luz sólo en ocasiones y se disponen en el tokonoma. ¿Es el arreglo floral o ikebana que las acompaña un preámbulo del arte?, ¿un elemento mediador? ¿Es este capaz de introducir un cambio de frecuencia en la percepción y generar una vibración más sutil en la conciencia del observador? ¿Son estos ikebana un medio de afinación del espíritu?, ¿un nexo que permite acceder a la experiencia de aprehender el arte?
Desde marzo de 2020 hasta septiembre de 2021 – dispuestos en el libro en riguroso orden cronológico- estos ikebana han ido naciendo y generando a su vez la poesía de Miguel Ángel Mendo, en una correspondencia rítmica que podría llamarse música. La métrica utilizada es la del haiku 5-7-5 pero, al igual que los arreglos florales, su contenido es libre, no ortodoxo.
Los recipientes de las flores proceden del taller de la ceramista Carme Balada, en Barcelona y de antiguos recuerdos de familia.
En 1933, Mirei Shigemori, Teshigahara Sôfû, Nakayama Bunpo y otros publican el Manifiesto del Nuevo Ikebana.
El Nuevo Ikebana rechaza los sentimientos nostálgicos. No se puede encontrar nada vivo en lo nostálgico. La única belleza de la nostalgia es que te permite dormir tranquilo.
El Nuevo Ikebana rechaza la fijación formal. La creación siempre produce formas frescas. La forma fija es como una lápida.
El Nuevo Ikebana rechaza los principios morales. Ikebana no es un dogma religioso ni una moral inventada. Si es algo, es arte.
El Nuevo Ikebana rechaza los límites de la botánica. Ikebana es un arte y no es en absoluto un herbario, ni un método didáctico de botánica. Las plantas son su único y más importante material.
El Nuevo Ikebana utiliza libremente los recipientes de las flores. No aceptamos ninguna limitación o restricción asociada al uso del vaso. Los cuencos, incluso, los podemos hacer cuidadosamente con nuestras propias manos o en colaboración con un buen artesano. El cuenco debe ser coherente con el nuevo espíritu; debemos dar vida nueva a los viejos objetos y así revivirlos.
El Nuevo Ikebana experimenta un desarrollo constante, no tiene una fórmula tipificada. Se adapta al estilo de vida de nuestro tiempo, pero siempre vinculado a una conciencia artística. No es un antiguo y tradicional pasatiempo, ni posee una existencia metafísica desligada de la vida.
Nuestro trabajo es radicalmente diferente al que surge del prejuicio y de la obediencia ciega al Ikebana convencional. El nuevo espíritu surgirá con una apariencia completamente nueva.
En 1949 Mirei Shigemori funda el grupo de investigación Byakutosha, una no-escuela-afiliada de ikebana, donde la ruptura con la tradición se precipita a través de este pequeño pero decisivo elemento-bisagra.
En el zaguán, ese lugar vulnerable y venerable, lugar de tránsito y frontera entre interior y exterior, viven, junto a las orquídeas, los arreglos florales que duran el tiempo que lo hacen las flores y las
ramas. No importa que a veces estén marchitas, ofrecen un contrapunto temporal a las recién llegadas. En ocasiones el cambio entre un ikebana y el siguiente es muy sutil, tan solo una leve adición.
Siento que estas flores son revolucionarias, han nacido como respuesta a un cautiverio y anuncian una ruptura, una explosión.
Pequeñas dádivas. Miguel Ángel Mendo
Cuando Alicia me invitó a escribir una poesía para cada uno de sus ikebanas, pensé que no podían tener otra estructura métrica que la del haiku, aunque, como ocurre con sus composiciones florales, tampoco estos tuviesen que atenerse al espíritu ortodoxo clásico japonés.
Sí creo haberme permitido contagiarme de un principio importante en su filosofía: prescindir de prejuicios e ideologías, incluso de interpretaciones, pues el haiku no juzga, sino que tan solo constata o exalta, como todo lo que podemos vincular al zen y al taoísmo. Por otra parte, estoy convencido de que la sabia secuencia rítmica que imprime la estructura silábica 5-7-5 de los tres versos del haiku, produce al leerlos (incluso en silencio) un tipo de respiración muy especial, un pranayama que por sí mismo favorece un maravilloso estado de receptividad y apertura a la sorpresa, al misterio y a la mística que esconde lo cotidiano.
Es evidente que el ejercicio de contención y de brevedad que requiere esta estructura poética supone cierta dificultad, pues exige un precioso esfuerzo de síntesis. Y donde hay pocas palabras no hay sitio para la racionalidad, lo cual constituye uno de los fines de la poesía, si no el primordial.
Solo añadir que me gustaría que, antes de leer el poema que lo acompaña, el lector se centrase en observar cada imagen el tiempo necesario para recibir libre y personalmente su profunda y profusa belleza. Así, luego, el poema se podrá ver como una propuesta más.